¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial, y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo! Jeremías 9:1. NVI.
No solamente se le conoce con el remoquete del profeta llorón sino que además tiene un segundo libro escrito por él con el título de lamentaciones. Creo que nadie quisiera tener el ministerio o que su llamado fuera para hacer la obra de este profeta. No fue nada fácil su vida ministerial y más cuando su trabajo consistió en exhortar a toda una nación y movilizarla al arrepentimiento, además de convencerla que Dios mismo la estaba invitando a entregarse a los babilónicos; todo por culpa de su pecado de idolatría y no dejar descansar la tierra por 490 años.
Jeremías lloró por su nación, por la deportación de su pueblo y de sus reyes; sabía que aunque había el dolor de la separación todo lo que Dios estaba preparando era a una nación que quedara limpia del pecado de idolatría. Es necesario orar por toda la maldad que se ve en este mundo y pedirle a Dios que tenga misericordia de quienes están perdidos. Hay que llorar por ellos, por su salvación.
Leer: Jeremías 39
Lectura complementaria: Jeremías 40
Para pensar:
Lectura complementaria: Jeremías 40
Para pensar:
- ¿Quién es Dios/qué hace en mi vida?
- ¿Qué dice de mi como creyente?
- Pecado a confesar o evitar
- Actitud a mantener, cambiar o mejorar
- Mandato a obedecer
- Promesa para reclamar
- Ejemplo digno de imitar o evitar
- ¿QUÉ ME DICE DIOS?
- ¿Qué le respondo?
Éste y todos los mensajes publicados han sido tomados con permiso del cuadernillo devocional TIEMPO A SOLAS CON DIOS escrito por el pastor Marcos Manrique de la iglesia CBI Medellín, para más información clic aquí
Las ilustraciones de nuestros mensajes pertenecen a sus respectivos autores.
