La marca y el propósito más trascendente de un discípulo, iglesia o comunidad cristiana se llama ADORACIÓN. Fuimos creados por Dios para que lo adoremos y para que nuestra vida sea un altar avivado para mantener viva su presencia en cada uno de nosotros.
Amar a Dios va más allá de una simple declaración. Implica una unidad con Él, a tal punto que todo el ser de Dios es el centro de la vida del adorador. Amar a Dios también implica hacerlo a Él la prioridad número de nuestra agenda y de todo cuanto gire en torno a lo que somos, hacemos y tenemos. Cuando amamos a Dios renunciamos a nuestra voluntad para obedecer la Suya, entendiendo
que sus planes para con nosotros son de bien y no de mal, a fin de darnos el final que esperamos. Si lo amas lo adoras, y si lo adoras no tienes problema para obedecer cada una de sus instrucciones dadas por medio de Su Palabra.
Leer: Hechos 15
Lectura complementaria: Hechos 16
Para pensar:
- ¿Quién es Dios/qué hace en mi vida?
- ¿Qué dice de mi como creyente?
- Pecado a confesar o evitar
- Actitud a mantener, cambiar o mejorar
- Mandato a obedecer
- Promesa para reclamar
- Ejemplo digno de imitar o evitar
- ¿Qué me dice Dios?