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miércoles, 17 de noviembre de 2021

DIOS ES EL DUEÑO DE TODO - NOVIEMBRE 17






Dios es dueño de toda la tierra y de todo lo que hay en ella; también es dueño del mundo y de todos sus habitantes. Salmos 24:1. TLA.


¡Esta es una tremenda sentencia! “Dios es el dueño de toda la tierra y de todo lo que hay en ella; también es dueño del mundo y de todos sus habitantes”. El rey David así lo declara, aunque el mundo quiere adueñarse de la tierra y de todo cuanto hay en ella, nosotros los hijos de Dios no podemos olvidar el lugar que ocupamos dentro de esa creación: somos sus mayordomos. Él afirmó esta verdad varias veces: «Todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas… Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo» (1o Crónicas 29.11, 12). Desde el momento en que Adán y Eva aceptaron la propuesta de la serpiente de que al comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal ellos serían como Dios, no dudaron ni un instante de alcanzar de aquel fruto, porque sus ojos se abrieron al ver aquella fruta y la codiciaron. La codicia es un asunto de determinar quién es dueño de qué. Nuestros padres originales aceptaron la propuesta de ser como Dios, y así se consideraron libres de Dios y dueños de todo. A partir de ese momento el ser humano ha querido suplantar a Dios como dueño de todo y ha querido usurpar ese lugar.

Ya sea desde su propio punto de vista o desde el de Dios, cada ser humano lidia con sus posesiones. En la medida en que acepte que le pertenecen a Él, usted dejará de preocuparse y permitirá que Dios se encargue de ellas. Esa es la manera en que Juan Wesley reaccionó un día en que recibió la noticia que el fuego había destruido su casa. Él simplemente dijo: «La casa del Señor se quemó. Una responsabilidad menos para mí». La acumulación egoísta de propiedades es el legado del mundo para nosotros, pero tenemos que cambiar esa perspectiva. No somos dueños de nada. Por lo tanto, si alguna vez perdemos algo, realmente no lo perdemos, porque nunca lo tuvimos.




T.A.S.C.D.

LAMENTACIONES 1; SALMOS 119



Toma un cuaderno y responde las siguientes preguntas inductivas:

¿Quién es Dios en el pasaje que escogiste?

¿Qué te enseña acerca de Él o de ti?

¿Qué pecado te muestra que debes confesar?

¿Qué actitud te muestra que debes corregir o mantener?

¿Qué mandato o precepto debes obedecer?

¿Qué promesa debes reclamar y por qué?

¿Qué ejemplo debes seguir, o por el contrario, debes evitar?

¿Qué te dijo Dios. Cómo escuchaste Su voz en este pasaje?

¿Cómo responderás a Dios por lo que te habló hoy?

Recuerda leer el capítulo y escoger la porción de la Escritura en donde meditarás