Siempre he escuchado que la Iglesia le pertenece a Jesucristo porque fue Él quien con su muerte en la cruz y el derramamiento de su sangre preciosa en aquel madero pagó el precio de la misma. Bueno, pero es que eso es lo que la Palabra registra a través de los 27 libros del Nuevo Testamento. Allí encontramos razones de peso para estar convencidos que la Iglesia que na-ció de los lomos de Jesús es su propia iglesia en cualquier rincón de la tierra y en cualquier nación de este mundo. En cierta ocasión el Maestro de Galilea se encontraba a solas con sus discípulos y les preguntó: “¿Qué dice la gente quién es el Hijo del Hombre? Las respuestas de los suyos fue muy diversifica-da y apuntaban a los distintos profetas del Antiguo Testamento que en algún momento de la historia se volverían escatológicos, pues están señalados para hacer parte de la resurrección en el día del arrebatamiento de la iglesia en la segunda venida de Cristo. Unos dicen que eres Elías, otros que Jeremías; algunos otros dicen que eres Juan el Bautista, o alguno de los profetas del Antiguo Testamento. Sin embargo, para el Señor la pregunta inicial era simple-mente de cajón, porque su verdadera pregunta fue la siguiente: ¿y para ustedes, quién Soy Yo? La respuesta no se hizo esperar por parte de Simón Pedro, quien como un resorte se levantó de donde se encontraba sentado e inmediatamente respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”.
Esa respuesta dio un giro total a la conversación que sostenían, pero también se constituyó en la declaración Mesiánica más poderosa y reveladora del verdadero oficio de Cristo como Rey, Sacerdote y Profeta. Sí, Jesús le responde a Pedro y le contesta: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. No podía ser una respuesta humana, sino una sobrenatural que viene desde el trono de Dios, quien da revelación a sus hijos cuando están buscando la verdad del evangelio y lo eterno. Lo que sigue es todavía más celestial: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” ¿La roca es Pedro o la declaración suya, o puede ser las dos? No importa, lo que interesa es que esa declaración del Maestro dio nacimiento a la más bellas y hermosa de las instituciones celestiales que están sobre la tierra: La Iglesia del Señor. Ella es la portadora de todo el amor y de toda la gracia de Dios y la institución que edifica las vidas que se van convirtiendo al evangelio y certifica que quienes se unen a Cristo son verdaderamente cristianos. La iglesia es la embajadora del Reino de Dios. Este es el estudio que cambiará tu manera de relacionarte con tu iglesia local y con Dios. Jesús dijo: ¡Edificaré Mi iglesia!
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miércoles, 1 de agosto de 2018
Introducción: Edificaré mi iglesia
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